miércoles, 14 de noviembre de 2012

Habría



Habrías de estar solo todo el día
De morir renuente a la soledad,
De soledades pedir limosna de voces con que acompañar el pan

Habrías de sentarte en la banca de aquel parque
Mirar a las parejas que famélicas se arrancan la piel de los labios
Y observar como los escarabajos hallan consuelo mientras tanto
En el calor de la cicatriz en tu brazo, en el agujero que cargas en el pecho

Habría que volver la mirada de vez en cuando
Cuando es insoportable tener abiertos los ojos sin llorar
Tenderse boca abajo en el suelo de las conversaciones ajenas
Oír la voz cercana y desconocida de una mujer que al teléfono pregunta:
“a que hora volverás a casa” y querer atravesar con los dedos su mejilla desnuda
Y decirle al oído “muy pronto”.

Habría que ser como todos, acaecer en el mundo, carecer del alma
Preocuparse por el estado del clima, por cuantos minutos le quedan al medio día
No dejarse envolver por cuantas hojas caen del árbol hueco y podrido
En que ya nadie busca sombra o consuelo
No ceder a los temblorosos espasmos de las pisadas propias
Del trote pesado y tedioso en que ningún paso te persigue
Habría entonces que dejar de estar solo.

Habría tantas cosas que hacer de no perderse tembloroso
Desfallecer en la avenida, soñar el desmayo, añorar el suelo húmedo
Cargando el asfalto hirviente entre los dientes hechos un guiñapo de mármol,
Y arañar el pavimento con los ojos secos,  darle de beber al drenaje
Darle sangre tibia que sacia la sed de la ciudad marchita

Habría que buscar la compañía de otro modo
Que tenderse muerto boca arriba, saciada la garganta en saliva aguardentosa
Con los ojos al revés y la caja del abdomen dando de brincos
Y la lengua entre los labios, trapo de sangre, chorro de tinta en el lienzo de la camiseta
Sentir entonces el rugir de los relojes, de zapatos y teléfonos móviles
Hallarse rodeado de cientos de ojos, de bocas repugnantes que gritan tu muerte
Murmullos, círculos humanos que no te quitan la mirada hasta arrebatarte todo
(El alma del cuerpo, tres monedas y una caja de cigarrillos)
Habría que haberse quedado solos, solos
Y morir de indiferencia poco a poco.

 (portada del gran disco Aqua Lung de Jethro Tull)