Arden las anginas como si fuesen dos coágulos de sangre seca atorados en
la laringe
Es difícil voltear la mirada y duelen los parpados al pestañear
Ya no lamentas haberte perdido por callejones de la enferma ciudad
En que un sorbo de aguardiente te quema la garganta y te llena el
estomago
Y un halo de cordura te cuelga miserable del pecho
¿Y si se esconden entre los muros?
Te preguntas agitado mientras corres por la avenida sosteniendo tu pantalón
andrajoso
Habrías entonces de dormir en el parque esta noche, escondiendo tu
rostro en un periódico
¿Y si le crecen manos a las ramas de los arboles?
Entonces habrás de deambular a pie la madrugada de cláxones y ladridos
Hasta tambalearte temeroso y cansado sobre un poste de luz eléctrica
¿Y si en verdad ya nadie me está
siguiendo?
Y lloras amargamente sobre los callos de tus manos agrietadas y grises
Mendigas, no por dinero, por misericordia de ser escuchado
Que alguien le arranque la cabeza al cuervo que te llama por las noches
Y que le suman con los dedos la lengua hacia el interior de la diminuta
garganta
Que la gente se revuelque de espanto y asome la cara cuando te persigan arañándote
el cuello
Alguien… que alguien te mire a los ojos y diga “yo también los veo”
Y soñar despierto recargado en una barda a medio derrumbarse
Soñar que la noche no es tan fría en invierno
O la pierna izquierda no tenga esa cicatriz purulenta y amarilla
Que las hambres se curen bebiendo o llevándose un cigarrillo sucio a la
boca
Y que tus hijos no estén muertos
Terriblemente solos en la tierra devorados por las moscas
Mientras tú, irremediablemente solo, tiemblas devorado por el miedo y la
tos.