martes, 16 de abril de 2013

Papel...



A veces sobre el viento, naufragando invisible donde la brisa

Trozos de papel, recortes viejos, muñones del diario matutino en la fragancia de concreto

Y a ratos, montados en esos jirones alados manchados de tinta

Viajan mis poemas, se los tragan las coladeras, se enredan en los postes o se estampan a la acera


Algunos días antes de dejarlos partir, les escribo tu nombre, les doy consuelo antes de morir

Diciéndoles que al cruzar la esquina has de leerlos y no es locura mi obcecación

Que el mundo ama y vive de versos pues la basura que arremolina el viento,

Viento caliente y corrosivo de ciudad, no son sino versos y cuentos que recorren el mundo 

Acariciándolo como la lengua que febril recorre la piel de un amante prohibido.


Esto que lees, desafinada nota que me crece del piano en los dedos

Es nota de papel que tuve a capturar entre mis manos

Homúnculo de alas que ruega por volar con Ícaro hacia la muerte

Que no se conforma con perderse a su suerte por los callejones ruinosos de mi mundo

Buscándote entre sueños para despertar su tinta temblorosa que pregunta dónde encontrarte

Y voluntariosa se asoma a mi escritorio para contarle al mundo que te extraño en demasía

Con manos temblorosas sobre unos ojos llenos de nostalgia cuando te alejas

Y que cada noche digo tu nombre para que los demonios del insomnio me dejen dormir.


Ya sin poder soportarlo, entre mis dedos que se queman de inquietud

No queriendo cargar las palabras en el nudo mojado que se me forma en la garganta

Ten entonces estas letras, entre tus brazos de consuelo arrópalas

Porque no hacen sino querer compartir contigo el amor que me fulmina las entrañas

Y yo ya no hago sino morir de angustia cual eco que se va desvaneciendo a la distancia

Esperando lo recibas en tu corazón al otro lado del abismo. 




lunes, 8 de abril de 2013

Arañas



Se asoman por los cerros frios y nublados del sur
No, no… crecen del suelo, tapizan de patas peludas y negruzcas las coladeras
O quizá nacen del silencio, cuando nadie mira en los rincones sucios del armario que nadie revisa

Sé que arrebatan el sueño de los niños cuando están por dormir
A veces cuelgan de sucios hilos grises que entretejen a los espacios vacios
Y se te pegan al cuello como tumores o garrapatas

Una vez las observé en el cadáver de la abuela, una le bailaba en la cuenca del ojo
Y muchas otras le brotaban de la boca tiesa, congelada y abierta como un zaguán
Donde los hilos malditos le temblaban tímidamente entre los dientes
No… no me mire de ese modo, ellas estaban esa otra noche entre sus piernas

Yo las vi agolparse como un puño negruzco y viscoso al devorarle
Les tenía tanto miedo, ella me lo dijo varias veces
Burlándose de nosotros, aparecían en la regadera del baño mirándonos boca abajo
Subían a su falda o dejaban una marca roja y purulenta en sus hombros de leche
Doctor, se la llevaron de mi… al menos, le arrancaron del pecho un enorme trozo

Cuando despiertos a media noche nos besábamos sudorosos, le marcaron un camino en el vientre
Arremolinadas en su nuca se mecían impunes por el ébano de sus cabellos
Aglutinaban a sus huestes en sus labios mientras yo las combatía con mis manos inútiles
Ella no gritaba, ella no miraba en mí ser, ni se refugiaba entre mis brazos

Amigo mío, esas malditas, doctor
Ese lunes por la mañana vi unas pocas, muertas tras la ventana, seco su esqueleto
Y sus patas quebradizas como una astilla, y su tela deshecha y enredada
¡Qué bueno!, que bueno que habían muerto
Pero al girar la cabeza hacia su lecho
Y al mirarla, sus cabellos aún de ébano, y sus hombros de leche cobijaban su vientre de miel 
Doctor… lo devoraron; seco y quebradizo como una astilla, hueco y ponzoñoso como un aguijón
No me quería, sus manos ahora cual grises y peludas patas se arrastraron hacia aquél agujero
Y me miraba boca abajo, burlándose de mí, diciéndome que no me amaba

Las piso, las arrojo al fuego o les arranco sus asquerosas y pegajosas patas
Las  odio, las odio cuando han tenido la culpa de todo
Y se mofan chillonas, y me dejan colgando de fiebre en la cama por el veneno
Las mato, debo matarlas y arrancarles esa sonrisa estúpida del rostro
Que no se metan en mi boca para acallar la voz
Ni suban por el vientre para devorarme las entrañas cuando caigo víctima del miedo
Que no me toquen doctor, que no se columpien de mis ojos
O se atrevan a sentenciarme a esa muerte vacía y dolorosa como a mi amada
¡No!, ¡por favor!, le suplico con las rodillas al suelo, ¡que no me lleven!
Que no me encierren donde ellas se abultan silenciosamente entre los muros
Juro que es verdad, juro que observan mientras nos ven forcejear inútilmente
Doctor, amigo, confidente… que no me arrastren dolorosamente al olvido
Quítenmelas de encima, aplástenles el alma con los dedos o el talón del zapato
Que no me arranquen el corazón las arañas