Se asoman por los
cerros frios y nublados del sur
No, no… crecen del
suelo, tapizan de patas peludas y negruzcas las coladeras
O quizá nacen del
silencio, cuando nadie mira en los rincones sucios del armario que nadie revisa
Sé que arrebatan el
sueño de los niños cuando están por dormir
A veces cuelgan de
sucios hilos grises que entretejen a los espacios vacios
Y se te pegan al
cuello como tumores o garrapatas
Una vez las observé en
el cadáver de la abuela, una le bailaba en la cuenca del ojo
Y muchas otras le
brotaban de la boca tiesa, congelada y abierta como un zaguán
Donde los hilos
malditos le temblaban tímidamente entre los dientes
No… no me mire de ese
modo, ellas estaban esa otra noche entre sus piernas
Yo las vi agolparse
como un puño negruzco y viscoso al devorarle
Les tenía tanto miedo,
ella me lo dijo varias veces
Burlándose de
nosotros, aparecían en la regadera del baño mirándonos boca abajo
Subían a su falda o
dejaban una marca roja y purulenta en sus hombros de leche
Doctor, se la llevaron
de mi… al menos, le arrancaron del pecho un enorme trozo
Cuando despiertos a
media noche nos besábamos sudorosos, le marcaron un camino en el vientre
Arremolinadas en su
nuca se mecían impunes por el ébano de sus cabellos
Aglutinaban a sus
huestes en sus labios mientras yo las combatía con mis manos inútiles
Ella no gritaba, ella
no miraba en mí ser, ni se refugiaba entre mis brazos
Amigo mío, esas
malditas, doctor
Ese lunes por la
mañana vi unas pocas, muertas tras la ventana, seco su esqueleto
Y sus patas
quebradizas como una astilla, y su tela deshecha y enredada
¡Qué bueno!, que bueno
que habían muerto
Pero al girar la cabeza
hacia su lecho
Y al mirarla, sus
cabellos aún de ébano, y sus hombros de leche cobijaban su vientre de miel
Doctor… lo devoraron;
seco y quebradizo como una astilla, hueco y ponzoñoso como un aguijón
No me quería, sus
manos ahora cual grises y peludas patas se arrastraron hacia aquél agujero
Y me miraba boca
abajo, burlándose de mí, diciéndome que no me amaba
Las piso, las arrojo
al fuego o les arranco sus asquerosas y pegajosas patas
Las odio, las odio cuando han tenido la culpa de
todo
Y se mofan chillonas,
y me dejan colgando de fiebre en la cama por el veneno
Las mato, debo
matarlas y arrancarles esa sonrisa estúpida del rostro
Que no se metan en mi
boca para acallar la voz
Ni suban por el
vientre para devorarme las entrañas cuando caigo víctima del miedo
Que no me toquen
doctor, que no se columpien de mis ojos
O se atrevan a sentenciarme
a esa muerte vacía y dolorosa como a mi amada
¡No!, ¡por favor!, le
suplico con las rodillas al suelo, ¡que no me lleven!
Que no me encierren
donde ellas se abultan silenciosamente entre los muros
Juro que es verdad, juro
que observan mientras nos ven forcejear inútilmente
Doctor, amigo,
confidente… que no me arrastren dolorosamente al olvido
Quítenmelas de encima,
aplástenles el alma con los dedos o el talón del zapato
Que no me arranquen el
corazón las arañas
Que te puedo decir, me encantó...
ResponderEliminarsobre todo la parte...
Las odio, las odio cuando han tenido la culpa de todo!! que no se metan en mi boca para acallar la voz, que no me arrastren dolorosamente al olvido!
No las habia visto de esa forma... pero debo confirmar que las odio!... y más cuando desde lo lejos me observan y me arrebatan el sueño.