Pensaba
en la palabra “desenfrenado”
En un
arrugado billete de veinte que no hallaba en el bolsillo
Pensaba
en que con esta gripe hija de puta no se puede comer helado
Y en el
hilo del que pende la vida antes de sumergirse en la muerte
Pensaba
en una chica morena, no muy alta, de pechos prominentes
Que
quizá habría de voltear la vista y sonreír si uno la miraba el tiempo
suficiente
Pensaba
en ese aeropuerto donde hacía un año se quedó esperando toda la tarde
Y en el
café que hace dos noches le quitó el sueño
Pensó
luego en el cumpleaños en que le regalaron una pintura con su nombre
Y la vez
que habló por teléfono hasta que se le secó la boca y la oreja se le hinchó
Quizá en
aquella almohada bordada que recibió en Navidad y aún guarda en el armario
O en el
parque donde terminó empapado por jugar dentro de una fuente
La tarde
ya muy entrada trajo consigo un calor húmedo y agobiante
Recordó
entonces aquel viento sofocante y muerto de la frontera
Y las
largas caminatas donde el cielo no parecía esconderse nunca entre las nubes
Remembró
la mano blanca y el brazo aterciopelado que nunca se bronceaba
El
cabello negro de agua corriente que moría como una cascada entre sus hombros
Recordar
algo más, pensar en otra cosa…
Una
cerveza helada agitándose lentamente dentro de un tarro escarchado
Y
recordar su risa, los ríos de luz que corren de sus mejillas, el calor ardoroso
de su piel
Su pecho
ardiente que mordías voraz mientras ella no podía pronunciar palabra
Pensar
en algo más, carajo, recordar algo distinto
Recapitular
los días en que la lluvia se evapora casi al tocar el suelo
Y nace
de ella el fantasma de la humedad, que te recuerda el juego lodoso de las
canicas
Recordarla
como un sol que te quita la saliva de los labios con sus besos de sal
Pensar que la ha perdido para siempre y solo la memoria
la devuelve a sus brazos
Se dio
cuenta de que las lágrimas se le colaban entre las pestañas
Y que
solo se preguntaba hasta cuando habría de acabarse el día en la ciudad
¿Hasta cuándo
habrá de apagarse el sol de Mexicali?...