lunes, 21 de enero de 2013

Hoy no hay un poema



No tengo ánimos de ningún poema; no es un gran día, estaba algo deprimido y luego me llega una mala noticia de una amiga muy querida y me puse a recordar cientos de momentos jodidos en la vida

Tenía unos 14 años no me preocupaba demasiado de muchas cosas, era el típico preadolescente egoísta y torpe que vino a este mundo a cometer error tras error y a sentirse el centro del mundo; sin embargo, pese a todo lo que yo pudiese escuetamente pensar sobre el mundo y mis semejantes, nunca dejé de sentir el dolor ajeno, de tener empatía aunque fuese en un grado muy primitivo con quienes estaban cerca de mi vida (aunque en la vida les hubiese hablado).

Corría el mes de Enero (no me pregunten de que año porque no lo recuerdo) yo estaba en la secundaria (no pregunten en qué grado porque no lo recuerdo, pero estoy seguro que fue en segundo o tercer año). Mis padres tenían años separados, pero mi papá nos veía de vez en cuando y recordaba sus obligaciones en medida que la conciencia le recordaba que tenía hijos; por ende ese 6 de Enero compró juguetes para mi hermano y me dio mil pesos en efectivo como regalo.

Mil pesos era una cantidad de dinero exorbitante en mis manos, yo un niño que apenas si gastaba en cuadernos, lápices y bolígrafos y el resto del dinero se iba yendo de poco en poco en visitas al cine (a veces 2 o 3 funciones en un día y unas palomitas jumbo cubiertas de un cebo amarillento que se proponía simular la mantequilla), libros de segunda mano de Poe, Darío, Verne, Sabines, que no reducían mi "fortuna" más que en 20 o 30 pesos por compra.

Hacía un frio tremendo en esos meses, si me pidiesen compararlo con el Enero en que vivimos en este instante, diría que aquel fue aún más helado; era fácil que cualquier niño se enfermara en esa temporada, desde una gripe hasta algo más severo, y siendo propensos a enfermar, algunos niños debieron pasarlo muy mal ese invierno. En particular todo esto se trata sobre uno de esos casos, uno que jamás olvidaré, uno que recuerdo y me duele como si se repitiese cada día de mi vida. Eran los primeros días de clase en la secundaria, yo me sentía feliz de volver al colegio, no era popular, ni listo, ni destacaba en ninguna actividad, pero estar en casa es aburrido después de algunos días de asueto; era uno de esos días de ceremonia cívica; de esos tediosos Lunes en que debes pararte al rayo de sol o al azote del viento helado matutino y formarte alrededor de la explanada principal, escuchar cientos de efemérides tontas y de discursos prefabricados e inexactos, y luego entonar estúpidos himnos con desgano y ganas de irse a sentar en un pupitre incomodo de madera en un salón obscuro y deprimente... En fin, como iba diciendo, en una de esas tantas ceremonias nos anunciaron que una compañera (a quien le pido disculpas, pues no es mi intención ser descortés y grosero  pero no recuerdo su nombre, estés donde estés disculpa que omita tanta información sobre ti) que padecía de cáncer y luchó contra él desde hacía varios años; había muerto esa misma madrugada... Yo la vi tiempo atrás, ya se le había caído todo el cabello y usaba una peluca, los niños se burlaban de ella por ese motivo y porque siempre usaba unos lentes obscuros con el armazón rosa (como los pediría cualquier niña de esa edad) para disimular su mirada cansada y evitar desgastársela aún más; la vi jugando en el patio con sus pocas amigas, reír, correr y practicar deportes hasta donde su condición lo permitía; la vi hacer tantas cosas sin prestarle mucha atención, contemplándola como un individuo más, una chica común en el colegio (y con la convicción de nunca haberme unido al circo nefasto de las burlas, los rumores, críticas y apodos de que era objeto por parte de todos los micos que estudiaban conmigo).

Horas después de haber anunciado la noticia trágica, un grupo de compañeras (las mejores amigas de la chica que recién había muerto) pasaron de salón en salón, pidiendo una cooperación para comprarle un ataúd y pagar los gastos funerarios (tiempo después me enteré que la chica vivía sola con su madre y los gastos que nacieron a raíz del cáncer de su hija dejaron a la madre en un estado de pobreza extrema), al pasar a mi pupitre, sin mayor lastima o ganas de protagonismo dejé 500 pesos (la mitad de mi fortuna que lapidaba en libros y visitas al cine), las chicas que recolectaban el dinero se extrañaron y abrieron mucho los ojos, "¿cuánto cambio vas a querer? ¿Te equivocaste de billete? ¿Quieres dar todo eso? ¿Estás seguro?" si, si lo estaba, lamentablemente un idiota que se sentaba a mi lado comenzó a reír, a carcajadas, tocándome el hombro y tratando de buscar mis ojos con los suyos para que el chiste fuese más hilarante. "Estabas enamorado de la calva" "es que tu si la amabas de verdad" "Es el gasto que ya no le va a poder dar" todos comenzaban a reír y a hacer bromas estúpidas a costa de un cadáver ajeno a su puta familia, muerta a varios kilómetros de ahí la compañera afortunadamente ya no podía escucharlos, ya no sabía la inmundicia del mundo que dejó atrás, estaba libre de todas las burlas y malos tratos, estaba al fin descansando a costa de su pobre madre que seguramente rompía en llanto por haber perdido la luz de su vida, inerte su carne ya no sería objeto de dolencias y su alma no volvería a ser sobajada al nivel de un guiñapo; cerré los ojos unos instantes y desee estar muerto también, desee que la tierra me alejase de toda esa porquería y encontrar un mundo en que quizá el silencio sea lo más inteligente que decir en toda ocasión. Tal vez si la amaba, tal vez las burlas tenían mucho de razón, tal vez aún hoy en día la recuerdo y la amo en secreto, sin recordar siquiera su nombre, amaba su fuerza y ganas de vivir, mucho mayores que las mías, su espíritu más libre y valeroso que el mío, su piel blanca que envolvía una sonrisa sincera y limpia mucho más emotiva e iluminada que mi pinche manojo de dientes amarillos, tal vez solo quiero que me leas y también la ames profundamente aunque fuere por unos instantes, y te des cuenta de que tan perdidos estamos en este mar de ignorancia, enfermedad y podredumbre que es la sociedad en que vivimos no sé por cuantos pinches días, meses o años más.

Saludos a todos los que aún llegan a leer este blog.



















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